Leer se está convirtiendo en el primer hábito al despertarse más común de la humanidad conectada a la red. Abrir los ojos y coger el móvil de la mesita de noche para ver las últimas noticias sobre la situación del coronavirus. El deseo de que la campana de Gauss se complete y veamos que su perfil es igual al de la boa que se comió al elefante del Principito de Saint Exupéry es uno de nuestros sueños conscientes más anhelados. Aún faltan algunas semanas para que la campana toque su fin. Pero mientras tanto; libros, series y pelis, por ejemplo.
Hoy queremos recordar algunos de los oficios que requieren un confinamiento. Una manera de ganarse la vida en la soledad más concurrida –como decía el gran Benedetti– o en compañía de un equipo de trabajo con el que quizás no haya nada en común salvo vocación o necesidad.
El farero, un cíclope a punto de jubilarse
Plataforma petrolífera, una isla de ocio y acero
El Astronauta y su playlist interestelar
Sobre astronautas está ya casi todo filmado y escrito. 2001 odisea en el espacio, dirigida por Stanley Kubrick, quizás sea la cinta que mejor refleja la idea que tenemos de la vida del astronauta. Aislarse a bordo de una nave espacial, entrar en la oscuridad más luminosa y observar la pequeñez del mundo que nos aterra o enamora debe de ser la terapia vital más esclarecedora. Y si va acompañada de buena música, ni un retiro tibetano logra el hallazgo de uno mismo con mayor precisión. ¿Sabíais que la música de Los Beatles, Pink Floyd, Simon & Garfunkel o The Moody Blues es la más escuchada en el espacio? Y por supuesto, Fly me to the moon del gran Sinatra.