La sociedad dividida — José Félix Tezanos

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Review

Ensayo
9.5/10
Filosofía
9/10
Referentes
9/10
Sociología
9/10
Edición
9,5/10
Overall
9.1/10

La sociedad dividida — José Félix Tezanos

Propositiva y sin tremendismo, profundiza en la problemática de las nuevas estratificaciones sociales, promovidas por la sofisticación sucesiva de las tecnologías al uso.

Valoración usuarios:
4.5/5

Instalados y excluidos

Supongamos que Sir Isaac Newton resucitara, o pudiera ser clonado, o hubiera alcanzado a ser sujeto a un proceso de criogenia, aunque fuera rústico, y abriera los ojos en estos días pandémicos e hiperconectados. Se sentiría perplejo por no decir abrumado. Por momentos, aterrorizado. Es posible que no lograra descifrar el uso del horno microondas o lo asustarían e irritarían los incesantes sonidos del móvil. Es posible que su privilegiado cerebro terminara por sacarlo del atolladero, pero sus sentidos de la lógica y la adaptación funcionan un tanto desfasados en relación con el frenesí que casi no nos permite pensar con claridad. Y si nos atenemos al ritmo irrefrenable al que progresan la ciencia y la tecnología, es factible profetizar que las sociedades futuras serán prácticamente irreconocibles para nosotros. A día de hoy podemos intuir la distopía perfilada en una sensación, aunque instantánea e inatendida, de vértigo, de cansancio, de quedarnos a la saga y sin resuello. La ansiedad conectada a nuestra cotidianidad. Con respecto a la ciencia se calcula que, solo en la última década del siglo XX, se han conquistado más conocimientos y descubrimientos que en toda la historia de la humanidad. La sola idea produce mareos. No se trata, por otra parte, de una cuestión de ritmos sino de complejidad e intensidad, ergo, de impregnación social. Esto ha abierto una brecha desigualitaria más profunda y masiva que la de clases. Se habla ya de instalados y excluidos. No hace mucho transcurría un tiempo razonable entre la aparición de artilugios fabricados con la intención de agilizar la vida cotidiana para establecer la familiarización de los usuarios con estos. La ultra sofisticación sucesiva de los aparatos de uso prácticamente obligado nos va dejando atrás; nos arrebata un tiempo que, se supone, debieran regalar. Las explicaciones mismas sobre los nuevos avances, divulgadas a través de libros firmados por filósofos, politólogos, físicos y genetistas, pierden vigencia en el momento mismo de la lectura. En pocas palabras: nos estamos desbordando. Se vuelve necesario, por tanto, y a decir del propio autor de La sociedad dividida, abrir un debate serio sobre posibles escenarios futuros y plantearse desde hoy opciones y alternativas para lidiar con ellos o, en el mejor de los casos, prevenir sus consecuencias.

Las dinámicas de progreso deben ser entendidas y diseñadas a partir de criterios que, forzosamente, entrarían en conflicto con determinadas formas de relacionarse socialmente y en las que se generan desigualdades, dominaciones, alienaciones, dependencias y exclusiones que pueden llegar a colisionar con las exigencias personales. Incluso con la conciencia moral. Los ideales emancipatorios del futuro no deben perecer a manos de un hiper pragmatismo desnudo y abstracto, sino replantearse continuamente en favor del progreso humano más que del tecnológico.

Emergencia de sociedades tecnológicas avanzadas

Hay quienes esperaban que para el siglo XXI fueran habituales los coches voladores, como en películas de la década de los 80, la casi exacta Volver al futuro II, de Robert Zemeckis, por ejemplo. Pero la ciencia sobrepasó el imaginario; nos deparaba sorpresas mucho mayores, imprecisas, no descabelladas como las expuestas por Daniel Bell, Herman Kahn y Anthony J. Weiner en sus libros, quienes acuñaron la expresión «sociedad postindustrial». Otros, como André Gorz o Alain Touraine se refirieron, con más exactitud, a «sociedades neocapitalistas», además de «postindustrializadas». Esto, inevitablemente, daría pie a nuevas desigualdades que históricamente, se habían justificado con base en la inercia social. No un fenómeno natural, sino organizado. Los sistemas de clase son la forma más estudiada y preocupante de desigualdad. Dichas manifestaciones, por otra parte, solían variar de un país a otro, aunque en esencia tuvieran un mismo punto de partida. Estas inercias interpretativas han terminado por jugarnos una mala pasada pues las brechas igualitarias se han visto afectadas con la sensible aceleración de la tecnología y, con ello, el desfase y envejecimiento de determinados enfoques, por lo que las clases altas comienzan a perder la especifidad de su rostro social. Las clases sociales están dejando de ser una variable unívoca como han sido entendidas tradicionalmente. Las grandes innovaciones tecnológicas están modificando las formas de organización de la sociedad, de tal forma que ya es posible hablar de una tercera gran transformación global radical. Las otras fueron la neolítica -la transición del sedentarismo al nomadismo; la implementación de una economía productiva basada en la agricultura y la ganadería- y la industrial, entre las que median milenios. Ambas, no obstante, fueron lentas, la primera más que la segunda, que arrancó en el siglo XVIII y alcanzó a anunciar el advenimiento de una tercera, en la que se reemplazaría no solo el músculo y el cerebro, sino además emplearía nuevas fuentes energéticas que haría factible una nueva generación de maquinaria que, prácticamente, no requeriría intervención humana directa. En palabras del antes citado Daniel Bell, tomadas de su obra El advenimiento de la sociedad post industrial: «La tecnología es la base del aumento de la productividad y la productividad ha sido el hecho transformador de la vida económica en un proceso que ningún economista clásico podía imaginar».

Tendencias de exclusión social

El sociólogo estadounidense Gerhard Emmanuel Lenski ha propuesto definir las clases a partir de grupos que poseen una posición de poder tal que les permite una distribución ventajosa de los excedentes que se producen en la sociedad. De ahí que las formas de desigualdad conocidas sean cada vez más heterogéneas, en relación a las formas de organización social desarrolladas a lo largo de la historia. La noción de exclusión social se ha transformado en un término de moda, más que simplemente al uso, se escucha constantemente en los medios de comunicación, en los simposios, en conferencias de toda laya. Se refiere a personas que están fuera de las oportunidades sociales que brinda la conquista de una ciudadanía. El concepto de ciudadanía, por otro lado, se vuelve más globalizado y globalizante. La inaccesibilidad al conocimiento tecnológico, la negación voluntaria de hacer uso de las nuevas tecnologías porque sencillamente no las necesitamos o no nos acomoda, o el rezago de las actualizaciones que nos bombardean con más fuerza cada vez, pueden orillarnos, sin importar nuestra condición social o nivel académico, a formar parte de una nueva sociedad de desclasados. Naturalmente, la gente de bajo nivel adquisitivo es la más propensa a girar dentro de este torbellino virtual que no tiene asideras, y los más jóvenes son capaces de cualquier cosa con tal de acceder a este mundo que, como en Matrix, les ofrece dos píldoras de colores distintos, cuya «realidad» es la menos deseable. Es verdad, señala José Félix Tezanos, que las ideas mueven al mundo, pero no es menos cierto que lo mueven a partir de impulsos y apoyos sociales concretos. Al margen de la virtualidad, entonces, es necesario replantearse la noción de progreso a partir de criterios morales y racionales, adquirir la fuerza transformadora necesaria para abolir las contradicciones que, hoy por hoy, constituyen nuestro mundo. No hacer de esta una sociedad fosilizada que se deje arrastrar por la voracidad de quienes dejan cada vez más atrás la intención de facilitar la existencia para convertirla en un caos hiper capitalizado. No permitir que sigamos avanzando hacia La Sociedad dividida.

 

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