Meditaciones. Soliloquios y pensamientos morales – Marco Aurelio
Meditaciones. Soliloquios y pensamientos morales – Marco Aurelio. Un clásico de sorprendente actualidad, prefigura, a través de la figura del emperador Marco Antonio, de un modelo de gobernante y ser humano forjado en un estoicismo modernizado.
Un santo pagano
Los grandes gobernantes son, históricamente, más escasos que los grandes genios, y más raros, si cabe, en tiempos del imperio romano. Tanto, que llegan a parecer fruto de la ficción, como sucede con la galardonada película Gladiador, en que aparece el emperador Marco Annio Vero Catilio Severo (Roma 121-Viena 180), quien, leyendo su libro Meditaciones, se nos presenta tal como lo traza Ridley Scott, quien, indudablemente, leyó este libro del que saca el nombre de su protagonista, Máximo, a quien el verdadero Marco Aurelio refiere con las mismas virtudes que resaltan al personaje, por mucho que Wikipedia insista en que Máximo es ficticio. También alude a lo mucho que le preocupa la conducta ligera de su hijo biológico y sucesor natural, Comodo, que no llega, sin embargo, a cometer parricidio. Marco Aurelio perteneció a una gens española de Roma y fue excepcional no solo respecto a esta, sino a múltiples reglas, de entonces y de ahora. Su desarrollado sentido de la justicia obedece no solo a una bondad innata, sino a su vehemente estudio de la filosofía, teniendo por preceptores a Herodes Ático y Marco Cornelio Frontón que lo condujeron a instalarse en el estoicismo tardío, corriente que se rige por seis principios fundamentales que, en resumen, llaman a hacer de lado las mortificaciones del espíritu y centrarse en lo que está en manos de uno modificar. Ceñir la tiara de emperador parecía lejos de su destino, no así el ejercicio de su pasión por la filosofía y la enseñanza de la misma, pero su predecesor, el también inspirador Adriano, que no confiaba en el juicio de su heredero, optó por convertir a Marco Aurelio en su sucesor, que ya en la juventud demostró ser un hombre justo al solicitar compartir el trono con Lucio Vero, legítimo heredero de Adriano, y quien lejos de traicionarlo asumió un rol subordinado hasta el momento de su muerte prematura.
Enriquecerse nunca fue una opción, practicó una austeridad nunca vista, incluso en el vestir y en la frugalidad en el comer, admiraba la candidez y la moderación, ideales que nadie asociaría con la opulencia casi grosera de las cortes de los emperadores. Grandes inquietudes espirituales lo cercaban, siempre cuidadoso de estar obrando con justicia, algo que se observa como su propósito central. Tras una prolongada persecución de cristianos, tradicionalmente ejercida por sus antecesores, con excepción de Trajano, Marco Aurelio se limitó a reprimir las manifestaciones públicas de su fe, aunque él mismo ostentaba virtudes muy próximas a los preceptos de este culto prohibido. Su actitud, se ha dicho, no obedecía a una verdadera voluntad de erradicar el cristianismo.
¿Un anti maquiavelo?
Imposible no evocar a El príncipe, de Maquiavelo, considerado un moderno tratado del ejercicio de la política y la diplomacia y cuya pretensión pareciera, además, anular la visión idealizada, casi utópica, del perfecto gobernante. Maquiavelo, hombre de su tiempo, conocedor profundo de los políticos y su forma de emplear el poder, recurre una visión realista más que subjetiva, desfachatada hasta cierto punto. Las Meditaciones de Marco Aurelio son congruentes con sus actos. Maquiavelo se dirige al príncipe. Marco Antonio, filósofo, se dirige al emperador sensible resuelto a demostrar con sus actos que es posible lograr una armonía con el pueblo. Consideraba que nada contribuye mejor a la grandeza de ánimo que saber analizar con método y exactitud las cosas que suelen acontecernos y su posterior solución. Justo en eso consiste un género literario de la época, cultivado por Séneca y Epitecto, la Hypomnemata, que significa «registro de sí», con que se designan las notas escritas para uno mismo, guía de conducta, si bien sus modernos estudiosos lo han nombrado Evangelio pagano, idea no tan descabellada si consideramos que alude a temas morales como el perdón y la paciencia, sin descartar sus inquietudes espirituales, «Los hombres hemos nacido para ayudarnos mutuamente». Al Gobernante, señala nuestro autor, no deben interesarle más los aplausos que la justicia y el bien real del pueblo; hablar con claridad y sin adornos y, en clara alusión a sus preceptos estoicos, apartarse de lo que no depende de nosotros, «ser semejante a un promontorio contra quien las olas del mar se estrellan de continuo y él se mantiene inmóvil».
La actualidad de Meditaciones
Meditaciones debe de haber tenido un momento de olvido; debió resultarle ingenuo a una caterva de bárbaros, pero llegado al siglo XXI podemos afirmar contundentes que no solo se lee bien, sino que se adapta maravillosamente al pensamiento de nuestro tiempo, tal podría ser su visión de las mujeres. Casado con su prima Faustina, madre de sus hijos, él solo tiene palabras amables y tiernas para con ella y su género, pese a las comprobadas infidelidades de la mujer. Entre su lista de aquellos a quienes agradece su formación, destaca su madre, a quien debe, entre muchas otras cosas, educarlo en la lengua y la cultura helénica y rodearlo de niñeras griegas. La cuestión moral y espiritual que él busca incansable en todas las facetas de su vida, pero acentuadamente en la política, podría impactar positivamente en la generación actual de la que podrían surgir políticos equitativos, interesados en el poder del pueblo y no en el propio. Meditaciones. Soliloquios y pensamientos morales, de Marco Aurelio, debería ser una lectura obligatoria para vivir en sociedad.
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