La primordial motivación de Balistreri es especular sobre los escenarios tecnológicos y éticos alrededor de una convivencia efectiva y afectiva entre los seres humanos y las máquinas cada vez más perfeccionadas e, incluso, sensibilizadas, más allá de sus funciones mecánicas que podrían contribuir, por ejemplo, a la reproducción a través de úteros artificiales, tema central de su libros Ética y clonación humana y Clonación humana antes de Dolly, y retomado periféricamente en Sex robot. En este, una de las controversias a tratar es si las inteligencias artificiales pueden ser morales, a lo que el autor ha respondido tanto en entrevistas como en sus conferencias televisadas:

«La escrupulosa moralidad del robot sería sólo superficial, ya que también podría alentar el comportamiento lejos de la moral: esto dependerá de los objetivos que tengamos y de lo que queremos que el robot nos ayude a darnos cuenta, mientras que parece más difícil programar un robot con profundidad moral escrupulosa. También debemos considerar que el robot puede encontrarse en dificultades ante situaciones que el programador no previó y que surjan por primera vez. Sin embargo, una máquina inteligente podría ser «sensible» a la desaprobación del público y ser capaz de corregir su comportamiento sobre la base de las reacciones que suscita. O ser capaz de «imaginar» situaciones nuevas».