Teoría feminista I– De la ilustración al segundo sexo

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Review

Ensayo
9/10
Feminismo
9/10
Estudio crítico
9/10
Investigación feminismo
9/10
Edición
9,5/10
Overall
9.0/10

Teoría feminista I– Celia Amorós y Ana de Miguel

Ocho académicas revisan la historia teórica del feminismo, desde el «memorial de agravios», pasando por las vindicaciones y la obra fundamental del siglo XX: el segundo sexo.

Valoración usuarios:
4.5/5

Del memorial de agravios a las vindicaciones

Se dice que el feminismo está tomando un segundo aire. Estrictamente hablando, son bastantes más aires; tercero, cuarto, ¡quinto!, si nos remontamos a sus verdaderos orígenes, descubiertos recientemente, cuando se comenzaron a rescatar con seriedad y disciplina antropológica actos y hechos relevantes de la rezagada mitad de la raza humana. Hoy se sabe que el feminismo, aunque oficialmente inexistente hasta el siglo pasado, se manifestó cinco siglos antes cuando Christine de Pizán, dama de la corte de Carlos V de Francia a principios del siglo XV, redactó un deslumbrante tratado que intituló La ciudad de las damas, inauguradora del género renacentista D´excellence des dames, donde reivindica vida y obra de mujeres destacadas en múltiples disciplinas, artísticas la mayoría. Consagró su vida adulta a abogar por las mujeres ante una caterva de misóginos que se codeaban con el rey, haciendo hincapié en los abusos de toda laya que padecían a manos de los varones, especialmente en tiempos de guerra, los que a ella le tocó vivir durante la llamada Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra.

No obstante lo anterior, el periodo que históricamente marca el albor del feminismo moderno es la Revolución Francesa, cuando el Hombre se vuelve consciente de la oprobiosa diferencia de clases y se rebela con violencia a los privilegios de la aristocracia. Pero la reparación de la injusticia no contempla al sector más ofendido, que es el de las mujeres, por lo que ellas habrán de iniciar su propia sublevación contra quienes se asumen revolucionarios, que arrasan, asimismo, con las mujeres de su propia clase, algunas de las cuales perderán, literalmente, la cabeza. Estos hechos inspirarán el primer tratado que ameritará el calificativo «feminista» por parte de la novelista y polemista inglesa Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer. Dicho libro habrá de tener tanta repercusión como podía serle permitida a una mujer de finales del siglo XVII. Para llegar hasta la convención neoyorquina Seneca Falls, que encendería irreversiblemente los ánimos de las oprimidas entre los oprimidos, transcurrirían casi cincuenta años. De esta se derivaría la célebre Declaración de Sentimientos de Séneca Falls, inspirada nada menos que en la Constitución de los Estados Unidos de América que, entre otras cosas, denunciaba la invisibilidad política de las mujeres. Esto dio origen al movimiento de las sufragistas que, como en el antes citado caso de la Revolución Francesa, dio origen a persecución, encarcelamiento y muerte de varias activistas. Esta vez, no obstante, se ganó el derecho al voto para las mujeres, sin importar estado civil o condición social. A través del siglo XX, sin embargo, la lucha se perpetuaría y se ideologizaría de manera inevitable, al grado de que el oficialmente denominado «movimiento feminista» se asociaría a la masonería, al anarquismo, al comunismo y al marxismo y adquiriría una dimensión filosófica y existencialista a través de El segundo sexo de Simone de Beauvoir que, entre otras cosas, se cuestiona el hablar más en términos de reciprocidad que de igualdad y se pregunta, entre otras cosas, por qué entre los sexos no se ha cumplido la última fase del desarrollo de la dialéctica hegeliana.

Aliados del feminismo temprano

Las mujeres jóvenes tienden a preguntarse si existirán los hombres feministas. A través de los ensayos aquí reunidos queda resuelta esa duda que, en muchos casos, se formula con intención capciosa. Si bien la inteligencia no necesariamente está reñida con el prejuicio, lo cierto es que la sabiduría busca alianza con la justicia, de ahí que varones como François Poullain de la Barre, a mediados del siglo XVII, sacerdote y filósofo cartesiano, mediante su tratado De la igualdad de los dos sexos, que se anticipa por mucho al leit motiv de la Ilustración, interpone el concepto de racionalidad en relación a ambos sexos y propugna el acceso de las mujeres al estudio formal para aniquilar la desigualdad. Otro sacerdote, Benito Jerónimo Feijoo, en la truculenta España del siglo XVII, empezó con un encendido discurso titulado Defensa de mujeres, que resultó demasiado para la acendrada misoginia de la época y, sin embargo, se mantuvo firme ante la constante ridiculización. Durante la Revolución Francesa, el filósofo –y aristócrata- Nicolas de Condorcet, muy admirado por Voltaire, reaccionaría ante la sistemático repudio contra la acción de las mujeres, declarándose partidario del voto femenino. Por otro lado, casi al tiempo que Charles Darwin le otorga una justificación biologicista a la supuesta inferioridad de la Mujer, el filósofo británico y teórico del utilitarismo, John Stuart Mill, un tanto inspirado por su esposa, la feminista y filósofa inglesa Harriet Taylor, consagra gran parte de su obra a defender los derechos de las mujeres, siendo su obra más emblemática El sometimiento de las mujeres. El prominente abolicionista Henry Stanton, casado a su vez con la antiesclavista Elizabeth Cady, fue, junto con su mujer, una de las piezas clave para encender la mecha de la pasión entre las sufragistas. Entre Cady y su amiga Lucrecia Mott, pionera del feminismo moderno, reunieron a los treinta hombres y setenta mujeres que redactaran la Declaración de Seneca Falls.

Un camino empedrado

Este primer tomo es un esfuerzo ambicioso, a la par de honesto, por compendiar la historia del feminismo que, hoy se sabe mucho más extensa a través de la teoría; también por actualizarla incluyendo a varones solidarios, así como a otros movimientos políticos y emancipatorios con los de alguna forma estarán siempre vinculados. Es una historia de sube-y-baja, efímeros logros arrebatados a las primeras de cambio, y de seres magníficos que se dejaron la reputación y hasta la vida en la más pura misión de lograr una sociedad igualitaria.

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