El Feminismo es plural. Una historia teórica del feminismo como la trilogía Teoría feminista, exige exponer y contrastar sus diversas vertientes y representantes. Cada una arroja luz sobre la compleja problemática de la mujer en tanto ser biológico, sexual, emocional, político e intelectual. Luego que Simone de Beauvoir, contemporizando los planteamientos de Mary Wollstonecraft –presente en el discurso de las feministas del siglo XX, en mayor o menor medida– indaga exhaustivamente en cómo las mujeres han contribuido a su propia sujeción en plena presidencia de Ronald Reagan –uno de los mandatarios más conservadores de Estados Unidos– aparece la conciliadora Betty Friedan, coincidiendo con la acusación del arquetipo de la «súper mujer» que debe «pagar un precio» por acceder a privilegios, hasta entonces del ámbito masculino, además de cumplir con el instaurado deber de cónyuge y madre.

El discurso patriarcal se las ingenia para que sus conquistas libertarias y profesionales se vuelvan en su contra. La de Friedan fue una genuina proclama de igualdad de sexos, en la que propone a los hombres reconsiderar lo que de positivo alberga para ellos la emancipación femenina que asimismo los emancipa de llevar la carga absoluta de la responsabilidad de hacer girar el mundo. Este «feminismo humanista», no obstante, se enfoca claramente en mujeres blancas de clase media; no representa a otros grupos, por así decir, vulnerables, ni contempla problemáticas más específicas, lo que da origen a otras corrientes de pensamiento feminista desarrolladas a partir de escuelas filosóficas, políticas, psicoanalíticas, científicas, éticas, etcétera. Resulta curioso que hayan sido precisamente las feministas francesas –recordar las que en estos tiempos denostaron el #me too– pioneras en exigir se condenara con mayor rigor la violación y se revirtiera la normalización del acoso sexual. Sus homólogas estadounidenses sintieron la necesidad de radicalizarlo, en un sentido marxista, es decir, tomar las cosas de raíz, ir a la raíz misma de la opresión, y a través de dicha vertiente, en cierta medida, se retorna a los orígenes del feminismo, cuando el movimiento anti abolicionista se vinculó al del sufragio femenino, tomando en cuenta que las mujeres afroamericanas afrontaban una doble opresión. La militancia feminista se diversificó en respuesta a las inquietudes y necesidades de otros grupos que reclamaban visibilidad: el colectivo de lesbianas, las esencialistas, las socialistas. Aunque ideológicamente llegaran a antagonizar, hubo grandes coincidencias en planteamientos tales como la re-significación de la maternidad, es decir, privilegiar teóricamente el vínculo madre-hija, un poco en respuesta a los decretos freudianos, incluso la propuesta deconstructiva de empezar un poco de cero al abordar la historia de las mujeres a partir de la propia experiencia femenina, es decir: no más Marx, no más Freud, no más Lacan.