Dostoievski en las mazmorras del espíritu – Nicolás Caparrós

9 minutos de lectura

Review

Ensayo literario
9/10
Literatura rusa
9/10
Narrativa rusa
9/10
Crítica literaria
9/10
Edición
9,5/10
Overall
9.0/10

Dostoievski en las mazmorras del espíritu – Nicolás Caparrós

Dostoievski en las mazmorras del espíritu – Nicolás Caparrós, el ensayo que descubre las obsesiones del autor ruso a través de su obra y su relación con escritores y pensadores contemporáneos que pugnaban por un nuevo arquetipo de pensamiento y obra literaria.

 

Valoración usuarios:
4.5/5

Un paseo por la laguna Estigia de la mente

Nicolás Caparrós, autor de Dostoievski en las mazmorras del espíritu, logra en este exhaustivo estudio contextualizar el espíritu creador de uno de los grandes colosos de la literatura rusa. El autor de obras icónicas como Memorias del subsuelo, Los hermanos Karamazov o Crimen y castigo, se debate entre su credo personal y el cambio social –que se precipita hacia el socialismo– en un intento de solucionar el enigma del hombre individual a través de las características de la condición humana, no la de Malraux, sino la que empuja al sujeto hacia lo más bajo de sus pasiones para desvelar lo único que le mueve como creador: el misterio de ser hombre.

No se entendería la envergadura de la misión dostoievskiana sin su interrelación con Freud y Nietzsche; juntos formarán un trío intelectual que es un chute de endorfinas para el pensamiento. Nicolás Caparrós da en el clavo con este poderoso engranaje multidisciplinar. Literatura, psicologíafilosofía en perfecta simbiosis por encontrar un lugar en el mundo para ese hombre que se ha quedado en orfandad espiritual. Y mientras tanto van ocurriendo cosas en el mundo exterior que facilitan el tránsito de ese «hombre del subsuelo» hacia un protohumano sin límites. El decembrismo, la primavera de los pueblos, el fin de la restauración absolutista o el nacimiento del socialismo utópico. Todos acontecimientos con un claro objetivo de abolición de las servidumbres anteriores para caer en la siguientes.

La libertad viaja en barca a la deriva

Es la época de liquidar sistemas arcaicos paralizantes como el absolutismo de los zares, el raciocinio rancio de la ilustración o el terror de la censura. Ha llegado el momento de encontrar el verdadero «alma rusa», de desatar los espíritus endemoniados que delaten los conflictos sociales e iluminen los oscuros pasajes del mundo interior –su hedor de pozo estancado subterráneo–, de darle la vuelta a los breviarios y hacer una revisión de las creencias personales, la fe secular no supeditada al Estado. Las miserias humanas saldrán a luz porque ese es su destino. Dostoievski no comulga con la utopía del mundo feliz; la Arcadia en la que el ser individual se pierde entre la masa que lo nombra. Él es más de Aqueronte y de ir buceando entre sus pestilentes charcos si con ello logra alcanzar su ansiada libertad. Por eso su obra latirá en pugna con el best seller de la época ¿Qué hacer?, de Chernisheuski, un bombazo editorial de molde ideológico y complaciente que conquistó a Marx y a Lenin. Ya nos imaginamos por qué.

Dostoievski en las mazmorras del espíritu es, al fin y al cabo, un alegato contra todo lo que implique supeditación y anulación de la idea del hombre como ser individual. Aborrece el término «sujeto» promovido por un Estado que pretende colectivizar la identidad. Por eso en su obra los personajes son únicos en cada uno de sus conflictos; en el plano psicológico como en Crimen y castigo; en el territorio místico, El idiota; en lo político, Demonios y en lo ideológico, Los hermanos Karamazov. Un verdadero campeón de los humillados y ofendidos, un pneumatólogo, un psicólogo, un sociólogo; un narrador que ha encontrado en la tragedia humana el filón para demostrar que: «Toda conciencia es una enfermedad», y lo mantiene hasta sus últimas consecuencias.

En las mismas celdas de aislamiento humano

Leer a Dostoievski hoy en día debería ser lo más trendy, sobre todo en esta era en la que vuelan a diestro y siniestro bombas de gases cegadores, lacrimógenos y paralizantes; en un periodo inclasificable aún de cultura de protesta – aunque con poca introspección– que se vale de libros de autoayuda y psicología exprés para dejarse gobernar en el plano personal mientras se reivindica públicamente una insubordinación a ciertas cuestiones sociopolíticas. Paradojas propias de nuestro tiempo que tendrán que ver con esa tendencia a la Imitación del hombre, a la que se refiere el filósofo Ferran Toutain. Y para los que queramos afinar un poco más la puntería, siempre nos quedará buscarnos en los clásicos. Por eso Nicolás Caparrós convence en Dostoievski en las mazmorras del espíritu y hace las veces de Cicerón por el mapa literario del genio ruso y sus contemporáneos –siempre resulta inspirador el regreso o descubrimiento de Pushkin, Gógol, Lérmontov, Goncharóv, Turguéniev–.

Nada ha cambiado desde que las corrientes filosóficas del S. XX se volvieran de lo más antropocentristas y nihilistas anticipando el aislamiento del yo, la fobia a la libertad, la pérdida del sentido de la vida, la culpabilidad extrema, la imposibilidad de comunicación con el otro, la relación instrumental entre personas, la experiencia del fracaso, la desesperación, la angustia y el aburrimiento. Da escalofríos constatar que la cosa viene de antaño.

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